En qué momento de mi vida aprendí a mendigar amor y atenciones?
Anoche soñé con un cadáver. Un muerto viviente. Era mi novio, mi pareja.
Tenía la cara de un actor que, evidentemente, me parece muy lindo, pero estaba verde. Desde el pecho le brotaba una mancha violeta, como un golpe, y se ramificaba hacia el resto de su cuerpo en color verde y amarillo. La boca estaba igual, solo que su interior era negro con una especie de jarabe espeso y maloliente.
Y sin embargo, yo lo besaba.
Me acordé del sueño mientras dibujaba. (Todo el tiempo estoy dibujando, es un momento en el que suelo tener grandes epifanías).
Y de repente pensé en la cantidad de tipos que besé, que estaban tan muertos como el personaje de mi sueño.
Los he recibido en casa, les he preparado el desayuno, el almuerzo, merienda y cena. El postre soy yo.
Les he brindado todas las comodidades, alojamiento completamente gratuito. Algunos tuvieron el increíble honor de vivir conmigo por tiempos aún más extensos y, ni siquiera así pude gozar de exclusividad. Ni siquiera así me mostraron, ni una sola vez, en sus redes sociales o en sus círculos más cercanos.
La dinámica es siempre la misma.
Siempre me tratan como si fuera una especie de unicornio mágico al borde de la extinción. “Sos muy especial” - me dicen- y después, empiezo a notarles el olor a podrido.
No los juzgo. Solo quiero entender.
En qué momento la historia va a ser distinta? Cuánto amor propio tengo que gestionar para que aparezca una persona relativamente decente?
Porque el problema no es con ellos, el problema es el hueco emocional que dejó el primer muerto de mi vida, al que amo y amaré por siempre.
Somos tan disfuncionales para amar como el amor que percibimos en nuestra infancia. Ya nos explicó Freud algo de esto.
Las claves que sigo son simples, pero hay que estar muy atenta.
La primera es la más importante. El interruptor del deseo se desactiva, automáticamente, cuando la persona que me gusta menciona, explícitamente o entre líneas, que mi hermana le parece linda.
Porque aunque parezca increíble, esto pasa mucho más de lo que creen. En situaciones de coqueteo me ha pasado incontables veces que crean que es muy copado mencionar tal cosa.
Cuando hablo de la falta de decencia me refiero a esto, entieden lo que he tenido que soportar?
Lo segundo es registrar lo que siento en el cuerpo.
Cuando empiezan a tratarme como un unicornio pasan dos cosas en simultáneo. Por un lado mi ego se regocija y cree que encontramos una gema, y por otro, empiezo a temblar.
Y acá hay que prestar especial atención porque, cuando sos una persona que sufre ansiedad desde los 5 años es muy fácil creer que lo que pasa es que estás teniendo una crisis. Pero no.
Con el tiempo entendí que tu cuerpo te cuida, y no, no es normal temblar mientras estás conociendo a una persona que te “gusta”.
Y lo tercero tiene que ver con la visualización.
Acá me pongo un poco más esotérica y empiezo a visualizar al individuo en la cotidianidad de mi vida.
Me di cuenta que mi vida es un poco como un búnker. Me ha costado mucho tiempo y esfuerzo limpiar mi entorno para que sea un lugar seguro para mí misma.
Entonces, voy a dejar que esta persona entre a mi vida con los zapatos llenos de mierda?
Y si los tiene limpios...
Realmente quiero compartir con esta persona lo maravillosa que es mi vida y mi intimidad?
Empecé a hacerme preguntas de valor, porque estoy harta de compartir mi vida con personas que no son capaces de recibir, sin abusar, la abundancia que hay en ella.
Empecé a tratarme como un unicornio a mí misma, la diferencia es que tengo claro que yo no me voy a abandonar.
Esto no tiene intenciones victimistas. Es para mí un recordatorio.
Estoy harta de flashar salvadora y querer reparar las heridas de tipos que no se ocupan de sus propios dramas y vacíos existenciales.
Estoy harta de besar muertos.
Y lo digo con severidad, pero para mí. Porque la realidad es que nunca se cuándo voy a volver a caer en mis propios patrones de comportamiento.
Agradezco cada una de las experiencias porque de lo contrario no hubiera podido reconocer lo que yo misma estaba haciendo. Porque es fácil culpar a los demás, pero si la historia se repite incansablemente entonces hay que empezar a revisar las cosas adentro.
Y agradezco también a mi inconsciente por darme noches de sueños tan desagradables y reveladores.